Al día setenta y tantos, ya dejé de ver las noticias, los últimos
reportes, las últimas cifras. Dije basta. En la calle la vida
transcurre, no con normalidad, pero pasa y pesa. Pasa lentamente,
llevándose abrazos, besos, festejos. Pesa, tanto que nos resulta difícil
volver a empezar. Pero aún así, nos levantamos todos los días por las
mañanas, porque hasta el ser humano más pesimista, tiene algo por el
cual luchar. Nadie se imaginó que algo tan diminuto, nos cambiaría los
planes, los días, la vida. Si el año pasado nos lo hubieran contado,
nadie lo hubiera creído. Todo se detuvo, como si alguien presionara el
botón de pause. Logrando que se cancelen en todo el mundo las fábricas,
vuelos, conciertos, trabajos y haciendo que hoy las concentraciones en
masa se vean como ciencia ficción. Este es el nuevo mundo. ¿Estamos
listos para habitarlo con sus nuevas reglas? ¿Hasta cuándo nos durará el
homenaje a la tierra? ¿Hasta que nos olvidemos y volvamos a lo mismo?
Que todo lo que vivimos, se quede marcado para siempre en nuestra piel.
Que este sentido de vulnerabilidad, nunca se vaya. Tal vez así, aprendamos a valorar todas aquellas cosas que no se puede comprar.
martes, 26 de mayo de 2020
Día setenta y tantos.
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Esta pandemia vino a recordarnos lo frágiles que somos y de las cosas que realmente valen en la vida
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