Mientras
escribo una canción, me acuerdo de aquel viaje al sur.
Como olvidar
al chico de la plaza mayor, que se fue con el sol y sin saberlo entre sus manos
se llevó mi corazón.
No dudo que
las estrellas me llevaron hacia él. Recuerdo ese día como si hubiese sido ayer.
Paseaba entre
la gente. El semáforo estaba en rojo y al otro lado de la calle estaba él.
No era el
príncipe de la colina, tampoco el galán de la telenovela.
Era el dueño
de esa sonrisa, de mi sonrisa, de mi vida entera.
Él cruzaba
distraído, llevaba camisa a cuadros y pantalón desteñido.
Me sonrió
cuando hicimos contacto visual, para mí fue algo más, mucho más.
Por un
instante entre el misterio y la razón me perdí.
Vi al dueño
de la camisa a cuadros mezclarse entre la gente. No lo iba a ver jamás.
Sabía
que sería imposible de olvidar.
Desde ese día
escribo canciones para el chico de la plaza mayor, que se fue con el sol y
entre sus manos sin saberlo se llevó mi corazón.
Verlo de nuevo
es mi anhelo, es ese deseo cada vez que veo una estrella fugaz cruzar el cielo.
Con una copa
de vino en la mano, brindo por esos amores que solo vez una sola vez. Puede ser
en el supermercado, tal vez en el ascensor, en el gimnasio o entre los
pabellones de la universidad. Puede ser en algún cuadro artístico en la Tv o en
el cine, quizás. Pero como el chico de la plaza mayor no hay.
Por eso estoy
en el sur, escribiendo una canción para aquel chico de la plaza mayor, que se
fue con el sol y entre sus manos sin saberlo se llevó mi corazón.
Por eso estoy
en el sur, intentando encontrar entre la gente esa fuerte mirada que me atraía
sin explicación y esa sonrisa de la que hablo en cada línea de ésta canción.