miércoles, 26 de febrero de 2020

Ojalá viviera juntito al mar

Recoges los últimos destellos de mi fragilidad, me envuelves en un abrazo y compones hasta el último retazo. Esa es tu habilidad. 
¿De verdad existes?
La playa seguirá esperándome. Mientras tanto, deja que me pierda en esta selva que es mía. Pero sin ti no tiene vida.
¿Estás aquí?
Ojalá viviera juntito al mar.
Cosechar atardeceres.
Verte volar.

Saudade II

El otro día, justamente en la nochebuena te vi, no estabas, pero te vi, yo te vi.
Estabas sentada junto al arbolito de navidad, lucías sonriente. Tu cabello despintado, dejaba ver tímidamente tus dulces canas. Vestías con aquella blusa verde que te gustaba tanto, aquella que usabas en ocasiones especiales.
No sé muy bien cómo describir lo que sentí al verte. No sé si era tristeza de no poder abrazarte. O tal vez, felicidad de al menos poder verte, sin mirar. Te extraño, pero eso ya lo sabes.
Extraño mirar como tostabas el café, como juntabas agua del río. Extraño verte acomodar tu cabello antes de saludarme. Extraño que veas la hora a cada segundo, que apuntes las fechas importantes en el calendario. Que me cuentes en orden, con puntos y comas todas tus historias. También extraño que me des las quejas de todas las travesuras que hizo el abuelo. Extraño contarte mis pequeños logros y ver lo mucho que te emocionas. Extraño verte caminar por toda la casa con los pies descalzos. Con esa sencillez, de quien disfruta de la naturaleza en su totalidad. Con esa simplicidad, de quien se sabe feliz.